El trabajo de campo en ocasiones conlleva un riesgo. Trabajar en zonas volcánicas activas implica estar expuesto/a a fumarolas (emanaciones de gases, la mayoría tóxicos, como el dióxido de azufre), a terremotos aunque sean pequeños, que a su vez pueden provocar desprendimientos. Además, siempre está el riesgo de una erupción, aunque nosotros controlamos lo que llamamos «precursores», que son indicios o señales que nos avisan de que próximamente puede haber una erupción en esa zona. Estos precursores son terremotos más frecuentes, aumento de la emisión de gases o deformación en el terreno, y pueden ocurrir días o semanas antes de una erupción (el margen de preparación es bastante corto, pero suficiente para evacuar y tomar medidas). En cuanto a otros riesgos, también trabajamos a veces en barrancos con zonas de desprendimientos y si hay amenaza de lluvia es muy peligroso, porque en cuestión de minutos puede bajar una avenida torrencial. Por ese motivo siempre nos preparamos bien antes de ir al campo.
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