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Podríamos decir que un sistema distribuido es cualquier software que se divide en diferentes partes, cada una de las cuales se ejecuta en un sitio (dispositivo) diferente.

Esta división podemos necesitar hacerla porque el sistema que queremos construir es muy complejo, y por tanto, para poder abordarlo, lo fragmentamos para irlo desarrollando poco a poco, o entre varios equipos. También puede ser necesario dividir un sistema en partes porque se trate de un software que necesite ser muy robusto, de manera que teniendo varias partes, aunque alguna parte falle, las otras resistan y se mantengan operativas.

Sea por la razón que sea, el caso es que si programar cualquier aplicación es una tarea no trivial, cuando hacemos que sea distribuida, aún se vuelve más compleja. Como informática que soy, mi pasión es intentar enfrentar esta complejidad… ¡construyendo sistemas para comprobar automáticamente que estos otros sistemas funcionan como deben!

La mayor parte de los días los empiezo revisando mi correo electrónico: siempre está lleno de correos de mis estudiantes, con dudas y consultas de todo tipo, de mis colegas o de mi universidad, con diferentes tareas administrativas o de gestión que requieren atención. Trato de gestionar estas pequeñas tareas antes del desayuno, para poder centrarme en otras tareas que requieren más concentración una vez llego al campus después de dejar a mi hijo en su escuela.

Los días en los que tengo clase, preparo lo que voy a contar a mis estudiantes y las actividades que les voy a proponer para hacer la sesión más interactiva. Los días en los que no tengo clase, puedo concentrarme en alguno de los experimentos que estoy llevando a cabo, o en programar alguna funcionalidad nueva para ellos, o en escribir los resultados que he recogido para enviarlos a algún congreso o revista para que otros colegas los revisen y puedan difundirse.

No siempre voy al campus, algunos días trabajo desde casa, y en esas ocasiones aprovecho para cocinar (¡somos una familia vegana!). Por las tardes, después del trabajo, aprovechamos para jugar o hacer recados, según el día. Al final de la jornada, preparamos la cena juntas y terminamos leyendo o viendo alguna serie antes de acostarnos.

Acercaré la ciencia al proyecto Semente, ¡ciencia en la naturaleza, para peques y sus familias!

El proyecto Semente (https://semente.gal/) es un proyecto educativo inmersivo en lengua gallega, enfocado a niñas y niños en edad preescolar. Las diferentes «escuelas Semente» repartidas por la geografía gallega están siempre en contacto con la naturaleza, y son un lugar perfecto para descubrir los fenómenos naturales de manera directa y sencilla.

En concreto, en la Semente de mi ciudad (A Coruña) las educadoras tuvieron la iniciativa, en el curso 2018/2019, de organizar una serie de «visitas científicas» en las que tuve oportunidad de participar, llevando varios experimentos sencillos para que las niñas y niños pudiesen realizar (como por ejemplo este, que fue el preferido indiscutible: http://www.experimentoscaseros.info/2013/06/el-agua-que-no-cae-truco-con-un-vaso-y.html).

Me encantaría invertir el premio en rescatar tras la pandemia esa idea original y traducirla en la organización de conjunto de actividades que involucren a peques (y también a sus familias) en la observación y experimentación de su entorno ¡para despertar vocaciones científicas desde la más tierna infancia! Usaría el dinero para la adquisición de materiales para didácticos que nos permitiesen realizar experimentos más curiosos y más impactantes. Además, podría registrarlas de manera audiovisual, y ponerlas en un canal de Youtube ¡para compartirlos con todo el mundo!